Hace dos meses, Roksana Panashchuk trabajaba como periodista independiente en Ucrania. Ahora es una refugiada en Alemania, que sigue de cerca los acontecimientos en su país desde la ciudad nororiental de Greifswald.
En Ucrania, “la situación es dura pero todo el mundo hace lo que puede. Los soldados luchan, mientras que los voluntarios distribuyen alimentos y municiones”, explica a la AFP la periodista, de 39 años.
Seguir trabajando es su manera de aportar una piedra al edificio y de “mostrar lo que pasa” a más de mil kilómetros de su exilio alemán.
Desde el inicio de la ofensiva rusa el 24 de febrero, surgieron varias iniciativas dentro de los medios de comunicación alemanes.
La cadena de televisión RTL ofrece un programa diario en ucraniano destinado a los más de 300.000 refugiados llegados a Alemania, animado por una de las estrellas de la televisión ucraniana, Karolina Ashion, instalada ahora en Colonia.
En Greifswald, un edificio en reparación alberga la redacción de Katapult. Un escuadrón de obreros se aplica a su tarea, mientras que Panashchuk y su pequeño equipo releen y traducen artículos al ucraniano y al ruso enviados desde Kiev, Járkov o Leópolis.
Desde el comienzo de esta guerra, Katapult, que contaba hasta ahora con 50 colaboradores, contrató a una veintena de periodistas ucranianos.
“Primero pensamos en abrirles nuestras puertas, darles un espacio, computadoras, cámaras, teléfonos móviles”, explica Benjamin Friedrich, que dirige Katapult y publica cada trimestre una revista de 150 páginas destinada a hacer accesibles al mayor número posible -en forma de mapas y gráficos- las disciplinas de las ciencias sociales.